Estos días en clase estamos tratando el tema de la música de la
Edad Media, concretamente el Canto Gregoriano. Este estaba caracterizado por
ser una música con finalidad religiosa, monódica, cantada en latín con un ritmo
libre. Tenía un ámbito melódico reducido y además se desplazaban por grados
conjuntos. El canto gregoriano era cantado a capella y estaba interpretado solo
por hombres, aunque como vamos a ver, también hubo mujeres que lo cantaron, que
compusieron obras y que destacaron como es el caso de Hildegard von Bingen.
Hildegard von Bingen nacida en una familia noble alemana en 1098,
fue una polifacética abadesa, física, filósofa, naturalista, compositora, poetisa
y lingüista del medievo. Sus padres eran muy creyentes y la entregaron a la
Iglesia como un diezmo cuando ella tenía ocho años.
Siendo ya abadesa, afirmaba haber tenido visiones a una edad muy
temprana, que continuaron a lo largo de su vida. De hecho, la mayoría de las
obras de Hildegard von Bingen se presentan en forma de visiones. Estas visiones
hicieron que se la tratara como una persona en conexión con lo divino, lo que
explica en parte cómo fue capaz de deshacerse de las restricciones de la
iglesia medieval con las mujeres predicadoras y dedicarse a la filosofía y a la
ciencia. Fue la primera y única mujer en siglos autorizada por la Iglesia a
predicar, cosa que hizo en numerosas giras por pueblos y templos de Alemania.
Las obras científicas de Hildegard, a diferencia de sus otros
escritos presentados en forma de visiones, no se describen como profecías.
Hildegard escribió Physica, un texto
sobre las ciencias naturales, así como el tratado médico Causae et Curae. En ambos textos, describe el mundo natural y
muestra un particular interés en las propiedades curativas de las plantas, los
animales y las rocas.
Además, Hildegard escribió textos teológicos, botánicos y
medicinales, así como cartas y poemas.
Hildegard no sólo se dedicó a escribir, sino que además era una compositora consumada de música gregoriana y escribió setenta y siete canciones aproximadamente, y una ópera, Ordo Virtutum, por la cual se ha dicho que la compositora fue más allá de las normas de la música medieval otorgándole un nuevo lenguaje.
A la edad de ochenta años llegó la que fue tal vez su peor
experiencia: un conflicto con las autoridades eclesiales. La abadesa había
permitido la sepultura de un noble excomulgado en el cementerio de Rupertsberg.
El hombre, poco antes de morir, se había reconciliado con la Iglesia, acción
que escapó al conocimiento del alto clero. Hildegard se negó a cumplir la orden
episcopal de exhumar el cadáver y alejarlo de tierra consagrada, alegando la
final reconciliación del fallecido con Dios.
Pasaron meses de amenazas y prohibiciones contra su comunidad
intentando hacerla ceder. Finalmente, casi un año después, el arzobispo, al conocer
los detalles, levantó los castigos. Fue la postrera victoria de una mujer
excepcional en una época difícil. Fallecería pocos meses después, el 17 de
septiembre de 1179.
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